Ernesto Vila
Re-tratados
re-tratados montevideanos
En mi país nacimos del encontronazo de páramo, indios, vacas y barcos. No de los galeones de la conquista sino de aquellos que trajeron en sus bodegas a refugiados políticos, campesinos y trabajadores pobres desde el otro lado del horizonte.
En esos hierros y maderas vino una parte de nuestro origen biológico y simbólico buscando tierra, casa y trabajo. En esa mezcla de agua y orilla se cocinó el barro subjetivo con que muchos de nosotros estamos hechos. Luego ese barro busca los bordes de la ciudad hasta hacerse barrio, lugar polifónico de asentamiento, residencia, vida y nexo con el otro pero también fin de viaje con irreversible renunciamiento a la geografía natal y re-nacimiento en otra desconocida porque después de abrir los baúles el inmigrante volvería a su pueblo de origen solo con la memoria.
Por eso, quizás, no pocos uruguayos hoy estamos colocados en el mundo con un sentimiento de pérdida donde el tango continúa representándonos porque sigue siendo, como bien podría haber dicho Discépolo, una lágrima que se baila.
Inventado como frontera para dividir y no para unir, nuestro país nos hace nacer, como dice Hugo Achugar, con angustia de identidad. Nuestro perfi l simbólico apenas sobrevive con el aporte de aquellos héroes que decidieron pensar-se en lugar de ser pensados.